Instalación que exhibe el desmontaje de una pintura y descompone los diferentes elementos que la integran -tela, bastidor, cartón, marco- mostrándolos como elementos independientes para desnaturalizar su rol en su construcción material del objeto en cuestión. A su vez, una luz potente ilumina desde el frente a la pintura, cuyo artefacto a la vez impide verla en su totalidad, pero revelando por detrás, su proceso oculto de producción.
La instalación se establece bajo una práctica de ordenamiento institucional que a la vez habilita esta dimensión antagónica de la imagen, utilizando recursos asociados a la conservación de arte pero con otro fin. En la mesa se incluye además un listado de los elementos que componen la nueva obra generada, como una suerte de nueva apertura deconstructiva.
Todo concepto implica una política subyacente ya que impone una forma de lectura por sobre otras y suprime a aquellas otras que disienten con esta. Aquellos espacios en donde las formas de ver son unívocas, en los que la calma y la coherencia predominan, son en los que la violencia que se ejerce es mayor. La deconstrucción, como operación simbólica, permite emerger otras posibles lecturas sobre la realidad que nos rodea, admite visibilizar otras estructuras de pensamiento.